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Clínica de los ajustes psicóticos. Una propuesta a partir de la Terapia Gestáltica

GRANZOTTO, R.L.; MÜLLER, M.J. \"Clínica de los ajustes psicóticos. Una propuesta a partir de la Terapia Gestáltica\". Revista de Terapia Gestalt de la Asociación Española de Terapia Gestalt. Vitoria: Ediciones la Llave D.H.,n.30 (Clínica Gestáltica), enero de 2010

Clínica de los ajustes psicóticos:
Una propuesta a partir de la Terapia Gestáltica

Psychotic adjustment clinic: a Gestalt-therapy proposal


Resumen
El texto que proponemos tiene como base nuestra experiencia clínica de acompañamiento terapéutico de personas que se ajustan psicóticamente y se destina a presentar reflexiones iniciales sobre una posible lectura de los ajustes psicóticos a la luz de la teoría de self y de sus funciones femonenológicas presentadas por Perls, Hefferline y Goodman en la obra Gestalt Therapy (1951). Conforme a tal obra, la psicosis es un tipo de ajuste creador en que la función de ego opera en provecho de la suplencia del fondo temporal de vivencias que, espontáneamente, la función de id no retuvo o no puede articular como base para los procesos de contacto. El trabajo de intervención gestáltica que establecemos, procuró asegurar, a las personas terapéuticamente acompañadas, soporte para la constitución de lazos sociales necesarios a las elaboraciones alucinatorias y delirantes, en la forma que esas personas intentaban llenar y así articular cada cual su propio fondo de excitamientos.

Palabras claves:
Psicosis – Ajuste psicótico – Función id – Alucinación – Delirio – Identificación

Abstract:
The text we here propose is based on our clinical experience of therapeutic accompaniment with patients who adjust themselves psychotically and aimed, as well, at presenting initial reflections on a possible reading of psychotic adjustments under the light of the self theory and of its phenomenological functions presented by Perls, Hefferline and Goodman in the work Gestalt Therapy (1951).
According to that work, psychosis is a sort of creative adjustment in which the functions of the ego operate on behalf of the supplying of the temporary living experiences background that, spontaneously, the function id could not retain nor articulate as a basis of the contacting process. The gestaltic intervention work we established tried to make sure, to therapeutically accompanied patients, support to the constitution of social bonds necessary to hallucinatory and delirious elaborations, in the form of which these same people tried to fill in and articulate each one his own background of excitements.

Keywords
Psychosis – Psychosis adjustment – Function id – Hallucination – Delirious - Identification
1. Psicosis en la “literatura de base” de la Terapia Gestáltica

En el prefacio a la edición de 1945 de la Knox Publishing Company de la obra “Ego, hambre y Agresión”, Perls anuncia que “en el momento presente estoy inserto en un trabajo de investigación sobre el mal funcionamiento del fenómeno figura-fondo en las psicosis en general y en la estructura de la esquizofrenia en particular”, (1942, p. 32). Más que su relevancia clínica, la investigación posee una hipótesis que da continuidad a las intuiciones de Perls relativas a los ajustes neuróticos: que todo ajuste es un fenómeno figura-fondo y que la “psicopatología” es solamente un mal funcionamiento de ese fenómeno. Pero, como si Perls supiese de antemano que no podría dar fin a este proyecto, anuncia: “(a)ún es muy pronto para decir cuales serán los resultados; parece que resultará alguna cosa” (1942, p. 32). Y hasta los días de hoy estamos esperando esos resultados que, sin embargo, nunca se dieron a conocer.
Algunos años más tarde, por la pluma de Paul Goodman, Perls y sus compañeros de fundación de la Terapia Gestáltica afirmaron, en un trecho que trataba de la “neurosis como pérdida de la funciones del ego”, que: “como disturbio de la función de self, la neurosis se encuentra a medio camino entre el disturbio del self espontáneo, que es la aflicción, y el disturbio de las funciones de id, que es la psicosis”, (1951, p. 235). Para ellos, la psicosis puede ser entendida como “la aniquilación de parte de la concreción de la experiencia; por ejemplo, las excitaciones perceptivas o propioceptivas. En la medida en que hay alguna integración, el self llena la experiencia: o está degradado por completo o inconmensurablemente grandioso, el objeto de una conspiración total, etc.”, (1951, p. 235). Con seguridad, el pasaje más profundo escrito por Perls y sus compañeros sobre la psicosis. Pero muy lacónico para orientar, por ejemplo, una práctica clínica.
En el libro “Terapia Gestáltica explicada”, Perls escribió: “(y)o tengo muy poco que decir sobre la psicosis. […]. El psicótico tiene una capa de muerte muy grande, y esta zona muerta no consigue ser alimentada por la fuerza vital. Una cosa que sabemos de verdad, es que la energía vital, energía biológica […], se torna incontrolable en el caso de la psicosis. […] el psicótico ni siquiera intenta luchar con las frustraciones; él simplemente niega las frustraciones y se comporta como si ellas no existiesen”. (1996, p.173-5). Todo pasa como si, en el enfrentamiento de las demandas del cotidiano, las cuales incluyen tanto las necesidades biológicas como los pedidos formulados en el lazo social, el psicótico se viese desprovisto de aquella capa de excitamientos (también denominada de función id), a partir de la cual él podría operar con su propio cuerpo o responder a los pedidos sociales. Lo que nos abre el camino para entender que, para Perls, la psicosis podría ser un ajuste en que, más que dar cuenta de los excitamientos junto a las posibilidades abiertas por los datos en la frontera de contacto, vivimos una tentativa de acabamiento u organización del propio fondo de excitamientos (función id) que, al decir de Perls, se presenta como una “capa de muerte”.
De todos modos, decir que la psicosis es un ajuste cuya meta es llenar u organizar el fondo de excitamientos (función id) no es aún una conclusión; sino una hipótesis psicodinámica. Para ratificarla, tenemos que aclarar los posibles usos que los autores dieron a expresiones como “concreción de la experiencia”, “función id”, “mal funcionamiento del fenómeno figura-fondo”, “llenado”, “degradación”, “engrandecimiento”, “capa de muerte”. En este sentido, proponemos las siguientes cuestiones rectoras de nuestra especulación: ¿Qué Perls, Hefferline y Goodman quieren decir cuando se refieren a la aniquilación de parte de la concreción de la experiencia? ¿En que sentido las excitaciones perceptivas y propioceptivas constituyen la concreción de la experiencia? ¿Qué acciones son esas por cuyo medio el self “llena” la experiencia, constituye un objeto de conspiración total, se “degrada” o se engrandece inconmensurablemente? ¿Se trata de una referencia de los cuadros clásicos de la esquizofrenia, de la paranoia, de la melancolía y de la manía?

2. psicosis como un ajuste

De acuerdo a lo que se puede percibir por las preguntas rectoras, nuestro trabajo toma partido de las formulaciones sugeridas en la obra “Terapia Gestáltica”. Él consiste, por consiguiente, en una tentativa de profundizar esas pistas legadas por los fundadores de la Terapia Gestáltica en el sentido de pensar la psicosis a la luz de la teoría del self. A partir de tales pistas, proponemos a los Gestalt-terapeutas la siguiente hipótesis psicodinámica: la psicosis podría ser definida como una forma de ajuste del sistema self en que los datos vivenciados (en la frontera de contacto entre el pasado y el futuro de ese mismo sistema: i) o no son asimilados y en ese sentido, retenidos como fondo de excitamientos de nuevas vivencias, ii) o, una vez asimilados, no se integran entre sí, de modo que también no se constituirían como fondo para los nuevos datos en la frontera de contacto. De cierta manera, es como si las experiencias de contacto: i) o no pudiesen ser “olvidadas” y, en ese sentido, inscritas como una estructura histórico-afectiva, ii) o no pudiesen establecer, después de retenidas una relación espontánea capaz de servir de palanca para las nuevas experiencias de contacto. Por ese motivo, las nuevas experiencias acontecerían privadas de una intencionalidad específica o, conforme al lenguaje propio de la Terapia Gestáltica, desprovistas de awareness sensorial. En rigor, en esa forma de ajuste, la función id (que justamente se caracteriza por la formación y movilización del fondo de excitamientos) no cumpliría su papel, razón por la cual la función de ego (caracterizada por la acción motora y “lenguajera”) estaría desprovista de los medios para lidiar con el dato en la frontera de contacto. El sistema self sería, entonces, acometida de una especie de “rigidez (fijación)” (1951, p. 34), tal como aquella observable en los comportamientos a veces descritos por la psiquiatría.
Aquí es preciso introducir un paréntesis, en el que podamos distinguir nuestra hipótesis sobre la psicosis como un ajuste de la noción psiquiátrica de psicosis. Al final, de un modo general, la psiquiatría se ocupa más del tropiezo de nuestras tentativas de elaboración social de aquello que en nosotros no se retiene o se articula espontáneamente, y menos de nuestro esfuerzo para establecer un ajuste capaz de llenar o articular, junto a los datos en la frontera de contacto, el fondo (id) que debería poderse repetir. En otras palabras: la psiquiatría no describe aquello que, aquí, estamos llamando de ajuste psicótico propiamente dicho, sino la falencia social de él. Excepción para la psiquiatría fenomenológica. De un modo general, podemos decir que los psiquiatras fenomenólogos así como Jacques lacan (en sus muchos trabajos dedicados a pensar la psicosis ), se preocupan en hacer la distinción entre: i) la psicosis en cuanto un modo de funcionamiento o estructura y ii) la psicosis como un fenómeno propiamente patológico, lo que significa decir, como un cuadro en que los implicados pierden la capacidad para administrar el propio estado psíquico. Con el cuño de ellos, insistimos en la importancia de no confundir el “brote” psicótico con el “ajuste” psicótico, tal como lo estamos proponiendo. El brote psicótico consiste en el estado aflictivo que acomete a aquellos que no encuentran, en los diversos lazos sociales de los cuales participan, condiciones para establecer ajustes psicóticos. Los ajustes psicóticos, a su vez, son tentativas socialmente integradas de organización del fondo de excitamientos espontáneos.
En este sentido, cuando se dice que, en los ajustes psicóticos, percibimos una especie de rigidez, esta no tiene relación con aquellas respuestas comportamentales aparentemente desorganizadas, con las cuales, en la mayoría de las veces, acostumbramos caracterizar la psicosis como una suerte de “enfermedad”. La rigidez tiene antes relación con la repetición de las tentativas de llenado y articulación de aquello que, espontáneamente, no se organiza en algunos momentos de nuestra vida, a saber, nuestro propio deseo, nuestros propios excitamientos.
Razón por la cual, por más rígidos que sean, los ajustes psicóticos, son verdaderos trabajos de creación en la frontera de contacto. No se trata de enfermedades, sino de ajustes creadores. Son formas de vivir de cara a las condiciones de campo en que la función de id se presenta de manera atípica. En los ajustes psicóticos, el self inventa –junto a los datos en la frontera de contacto- la historia que él no puede retener o espontáneamente obtener. Cuando bien sucedida, esa invención viene a sustituir los excitamientos que, frente al dato, i) o no se presentan, ii) o se presentan de modo fallado o, incluso, iii) se presentan de modo desarticulado. ¿Pero quién, entonces, es el agente de esa invención creadora, que aquí estamos llamando de ajuste psicótico?

3. Acciones de la función de ego en los ajustes psicóticos

El agente de esa invención es el aspecto del self denominada de función de ego. La función de ego, entretanto, no opera del mismo modo como ella operaría si tuviese a su disposición un fondo espontáneamente articulado. No se trata de encontrar, en el dato, posibilidades de expansión del fondo de excitamientos disponible. Al final, en los ajustes psicóticos, ese fondo no está disponible, al menos como un todo organizado, como una orientación intencional para la acción del ego. O, lo que es la misma cosa, en los ajustes psicóticos, a awareness sensorial está comprometida (ausente, fallada o desarticulada) y, consecuentemente, ella no se constituye como base, como motivo para la acción de la función de ego junto a los datos en la frontera.
Al ego resta entonces operar de un modo diferente. En vez de buscar, en los datos, posibilidades de expansión del excitamientos (awareness sensorial), él busca en el dato (sea este el propio cuerpo, o el cuerpo de otro, una palabra o una cosa mundana) el excitamiento que la función id no entregó, o entregó la mayor, como un elemento desarticulado. Todo pasa como si el dato pudiese llenar aquello que, espontáneamente, no se presentó, o como si el dato pudiese dar un límite a la angustia proveniente de múltiples excitamientos que, por cuenta propia, no se distinguirán en cuanto a su relevancia o emergencia.
Hasta el momento presente, nuestra investigación puede identificar tres tipos fundamentales de acción del ego en los ajustes psicóticos: los ajustes psicóticos de ausencia de fondo (autismos), los ajustes psicóticos de llenado del fondo y los ajustes de articulación del fondo. La diferencia en esas acciones tiene relación con el modo como el fondo se caracteriza en el momento de la vivencia del contacto.

3.1. Ajustes psicóticos de ausencia de fondo (autismo)

De acuerdo a la lectura que hemos podido hacer hasta aquí, hay ciertos tipos de ajustes en que la función de ego está presente, pero opera como si no dispusiese de un fondo de co-datos retenidos. Denominaremos tales ajustes de “ajustes de ausencia de fondo” o “autismos”. En ellos, la función id se presenta severamente comprometida. Nuestra hipótesis es que haya sucedido una falla en la operación de retención de formas relativas a las vivencias primitivas de interacción intercorporal del niño en el medio. En otras palabras, la intersubjetividad primaria, en los términos de la cual el infante inicia su proceso de constitución de una identidad especular, no se deja fijar como un fondo asimilado. Todo pasa como si los gestos desempeñados por el infante en la frontera de contacto no hayan diseñado ninguna cosa, tampoco respondiesen a los pedidos que vienen de sus semejantes.
Ese es el caso, por ejemplo, de los cuadros tradicionalmente descritos a partir de los criterios diagnósticos del Dr. Kanner. La función de ego es refractaria a los pedidos o necesidades provenientes de los semejantes, razón por la cual su acción parece acontecer sin meta, como si fuese acometida de una desorientación. El aislamiento, concretado en la forma de un mutismo, parece ofrecer un tipo de satisfacción sin objeto, sin cuerpo.
Hay, más allá de esos cuadros, aquellos clasificados como síndrome de Asperger. Diferentemente de los primeros, los segundos consiguen circular muy bien en determinados contextos producidos de manera simbólica. Aún así, en esos casos, el sufridor no consigue agregar, a esa producción cultural, un fondo emocional. Incluso disponiendo de verbalismo, se trata de un verbalismo abstracto que raramente es capaz de acompañar las sutilezas del uso cotidiano, como el uso metafórico, por ejemplo. De todos modos, podemos identificar una forma metonímica de producir ligaciones entre determinadas clases de abstracción, donde se deja verificar una cierta satisfacción.

3.2. Ajuste psicótico de llenado de fondo

En estos casos, la función de ego actúa como si fuera a llenar, por medio de alucinaciones de todo orden (auditivas, visuales, cinestésicas y verbales, como las logolalias y las ecolalias), la inexistencia de los excitamientos con los cuales podría responder al pedido del semejante en la frontera de contacto.
Como en los ajustes autistas, la función de ego está a las vueltas con la ausencia de un vivido (co-dato) que no fue retenido. Sin embargo, diferentemente de los ajustes autistas, los vividos no retenidos no se refieren a las experiencias intercorporales que constituyen nuestra intersubjetividad primaria (la percepción del mirar, de la voz, del gesto del semejante y así sucesivamente). Esta vez, lo no retenido tiene relación con las vivencias de contacto instituidas por el lenguaje, específicamente con las vivencias culturales en que se busca llevar para el campo simbólico los excitamientos primitivos originalmente vividos de manera corporal. En otras palabras, lo que no se retiene es el simbolismo en la forma por la cual transformamos en “valor” social el afecto, la agresividad, la curiosidad, en fin, todo orden de experiencias hasta entonces vividas con una intersubjetividad primaria, intercorporal.
Pero, frente a un símbolo que demanda un fondo de otros símbolos investidos de un valor afectivo, si estos otros símbolos no fueran retenidos, la función de ego necesita producirlos o, lo que es la misma cosa, la función de ego requiere alucinarlos. En este sentido, es frecuente que observemos acciones en que el agente de contacto parece abandonar las posibilidades abiertas por el dato en la frontera para ocuparse de algo anacrónico. Es como si él abandonase las evidencias en provecho de un irreal que no está anunciado como una posibilidad a partir de los datos, mas consiste en algo extraño, no disponible, precisamente, el excitamiento que debería dar sentido o tornar el dato en la frontera algo deseable.

3.3. Ajuste psicótico de articulación de fondo

En los ajustes psicóticos de articulación de fondo, lo que pasa es posiblemente algo bien diferente de lo que sucede en los dos anteriores. Eso porque, conforme a nuestra hipótesis acerca del génesis de los ajustes psicóticos, hay retención. Lo que significa decir que las vivencias del contacto anteriormente establecidas fueron asimiladas, sean ellas intercorporales o culturales. Sucede, sin embargo, que la falla ahora reposa en el proceso de repetición de este fondo junto a los nuevos datos de la frontera de contacto. O, más precisamente, los datos retenidos no aparecen, junto al dato, como un fondo de excitamiento articulado, integrado entre sí, como un solo sentimiento u orientación intencional. Es como si los muchos co-datos retenidos se presentasen como fondos diferentes, habiendo no sólo un fondo, sino muchos. Como resultado de esa desarticulación, también aquí el sistema self no dispone de una orientación intencional espontánea (awareness sensorial), o al menos de una orientación unificada. Consecuentemente, la función de ego no sabe con cual fondo operar, a partir de cual parámetro considerar el dato. Como resultado de esto, no se forma, para la función de ego, una figura definida. La función de ego necesita antes ocuparse del fondo, articularlo, establecer para los muchos co-datos una organización que, espontáneamente ellos no tienen.
Lo que nosotros podemos observar en el modo como la función de ego opera en este caso y en todos aquellos en que estuviera sucediendo un ajuste de articulación de fondo, es que ella establece al menos dos estrategias de organización.
Por un lado, tenemos la estrategia que consiste en articular los varios co-datos como si se tratara de algo que no pertenece al self. Se trata de una estrategia de alienación de los co-datos junto a los datos que se presentan en la frontera de contacto. Consecuentemente, el self no reconoce como suyos los co-datos que llegan hasta la frontera de contacto. Mientras la función de ego: i) o fragmenta, de manera delirante, el dato en múltiples partes, como una forma de poder atribuir a cada una de ellas los múltiples co-datos que se presentan (caso en que tenemos el delirio disociativo, el cual no debe ser confundido con la paranoia tal como es descrita por la psiquiatría); ii) o busca unificarlos, junto al dato que se presenta, mientras un semejante amenazador y que, en ese sentido, debe ser excluido (delirio persecutorio, el cual no es un episodio psiquiátrico de paranoia persecutoria).
Por otro lado, la función de ego puede intentar “identificarse” con esos co-datos. Mientras, o la función de ego tiende, en esa desarticulación, la pérdida de la unidad, la pérdida de la integración espontánea del self o, lo que es la misma cosa: la muerte del excitamiento (caso en que tenemos la identificación depresiva, que es mucho más de lo que un brote melancólico). O, entonces, la función de ego intenciona, en esa misma desarticulación, una suerte de ampliación al infinito del sistema self (caso en que tenemos la identificación eufórica, que tampoco es un episodio psiquiátrico de manía).
Por medio de estas dos estrategias (de alienación y de identificación), lo que la función de ego está intentando hacer es establecer un límite para ese fondo desarticulado. Por medio de ese límite, la función de ego convierte tal fondo desarticulado en algo soportable y, en alguna medida, parámetro para que pueda asumir o rechazar las nuevas posibilidades abiertas por los datos en la frontera de contacto.

5. El clínico como acompañante solitario

En el trabajo clínico con consultantes que, a veces o en la mayoría de ellas, se ajustan psicóticamente, (o en el modo de busca), los clínicos raramente identifican las categorías de las cuales, en este artículo procuramos caracterizar, las diferentes acciones de la función de ego (aislarse del medio social en el caso de los ajustes autistas, llenar el fondo de manera alucinatoria en el caso de los ajustes de llenado, articular el fondo de manera delirante o identificatoria en el caso de los ajustes de articulación). Los ajustes psicóticos, en la mayoría de las veces, son muy sutiles y, sobre todo, no dirigen al clínico una demanda que los denunciase, como en el caso de los ajustes neuróticos. En estos, los consultantes frecuentemente reclaman del clínico que éste se ocupe con la ansiedad derivada de los excitamientos que los propios consultantes inhibieron de manera inconciente. En este sentido, demandan del clínico: sea mi modelo (confluencia); sea mi ley (introyección); sea mi reo (proyección); sea mi verdugo, tal vez, mi cuidador (retroflexión); sea mi fans (egotismo) y así en adelante . En los ajustes psicóticos, a su vez, los consultantes no demandan nada. Cuando mucho, “hacen uso” de la imagen, de las acciones y de las palabras del clínico, sirviéndose de ellas para llenar o articular algo que, de ninguna forma, es una tentativa de manipulación o disimulación. Los consultantes, cuando se ajustan psicóticamente, están intentando comprender algo que pasa con ellos; lo que es diferente de cuando se ajustan neuróticamente, ocasión en que procuran huir de aquello que están sintiendo (como ansiedad derivada del excitamiento inhibido). Por eso, en los ajustes psicóticos, el clínico casi no tiene un lugar. Lo que no sólo dificulta cualquier tentativa de clasificación que el clínico en ese momento intentase hacer, lo que también desencadena, en ese mismo clínico, un insoportable estado de angustia. Al final, el clínico se queda sin saber lo que pasa y sin saber lo que de él se quiere. El clínico se siente un acompañante solitario.
La experiencia clínica nos enseñó esa dura lección: solamente cuando alcanzamos este estado de profunda inseguridad y angustia ante los ajustes producidos por nuestros consultantes es que nos volvemos aptos para participar del esfuerzo que estén emprendiendo para ajustarse. El hecho es que, después de tanto tiempo de acompañamiento y reflexión, nuestra acción parece estar instruida por un fondo de pensamientos ya establecido – y que este pequeño texto intenta hacer público. Pero la intervención es más intuitiva de lo que planificada; y consiste en ocupar un lugar de secretario, de auxiliar en las acciones que la función de ego en el consultante esté desempeñando, sean ellas autistas, alucinatorias, delirantes o identificatorias. Al final, no conseguimos comprender lo que el consultante elabora, donde él quiere llegar, lo que él está omitiendo o procurando. Él no da señales de eso, no percibimos en él trazos ansiogénicos, los cuales denunciarían para nosotros la presencia de una inhibición inconsciente. Al contrario, en los momentos en que se ajusta psicóticamente, el consultante actúa como si tuviese una certeza impenetrable: la de que sólo él puede tomar cuenta de la duda que lo abate. Intentar enfrentar esa condición o robar del consultante el lugar de protagonista redundaría en el fracaso de la terapia; ocasionalmente, en un pequeño brote.
Respetar ese límite y, al mismo tiempo, hacerse disponible para “secretariar” el ajuste que, en aquel momento estuviera aconteciendo es algo muy difícil de hacer. Implica, para el clínico, la suspensión de las propias expectativas, en alguna medida, debemos de tener el coraje de confiar en los consultantes y dejarnos llevar para donde ellos nos quisieran llevar – desde que eso no implique la aniquilación de los lazos de inclusión social. Pero no sólo eso. Necesitamos comprender que nuestro límite, el límite que imponemos a nuestros consultantes es un parámetro de extrema relevancia para que ellos puedan certificarse del éxito de sus ajustes. Nuestra puntuación del término de la sesión, la denuncia de nuestra propia ignorancia para acompañar el delirio que estén produciendo o la declaración de nuestro malestar frente al contacto físico muy intenso que buscan a veces establecer: todo eso ayuda a los consultantes a organizarse en sus ajustes, sea porque pueden entonces comprender la finitud de las solicitaciones que dirigimos a ellos, sea porque pueden, en fin, comprender que estamos acompañando lo que ellos están haciendo. De un modo general, podemos decir que la mejor intervención en ajustes psicóticos es aquella en que el clínico aprende, alucina, delira y se identifica junto con su consultante, de modo de poder establecer, “desde dentro”, el límite del ajuste que estuviere sucediendo.

6. Consideraciones finales

Con el presente trabajo, quisimos presentar una hipótesis que ampliase las formulaciones lagunares con las cuales los fundadores de la Terapia Gestáltica se refirieron a las psicosis. De esta forma, pretendíamos someter a las críticas de la comunidad de gestalt-terapeutas una elaboración que tuviese efecto en nuestras clínicas. Y, según tal elaboración, podríamos entender que la psicosis es, por un lado, el comprometimiento de la función id o, lo que es la misma cosa, de la capacidad del sistema self para espontáneamente articular, cuando no para disponibilizar, un fondo de co-datos (o excitamientos). Pero, por otro, la psicosis es un ajuste. Se trata de la efectiva capacidad de la función de ego para aprender, llenar y articular su propio fondo, y de ese modo poder operar fluidamente con los datos en la frontera de contacto. Cada una de estas actividades de la función de ego (aprender, llenar y articular) caracteriza un tipo de ajuste (autista, de llenado o de articulación) lo cual siempre depende del lazo social para poder hacerse efectivo. El brote, a su vez, es el malogro social de esos ajustes y la consecuente emergencia de un estado aflictivo, en el cual el sistema self no encuentra fuerza para operar con los datos y con los propios excitamientos, caso ellos se presenten. La función del terapeuta es asegurar derecho de ciudadanía a los ajustes psicóticos producidos por los consultantes –estén estos o no en brote. Mientras, los terapeutas deben poder promover el deslocamiento seguro de los ajustes con menor poder de contractualidad para ajustes con mayor aceptación social; lo que de forma alguna se confunde con la eliminación de los ajustes psicóticos en provecho de un padrón de comportamiento adaptado, frecuentemente neurótico. Se trata, al contrario, de apoyar al consultante para que este pueda hacer valer su modo de vida, sus ajustes psicóticos en los contextos en los cuales se insiere. Lo que, en última instancia, también ilustra el carácter “político” del trabajo de acompañamiento terapéutico de personas que se ajustan psicóticamente.


Referencias

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